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Atrapadas lo llevan al Salón de la Fama

A lo largo de más de 16 temporadas en la NFL, Carter ejemplificó precisamente la labor por la que le pagan a un wide receiver: atrapar el balón.

México

El ingreso de Cris Carter en el exclusivo club de los mejores del futbol americano en Canton, Ohio, será conmemorado con un busto de bronce de su cabeza y hombros, como ocurrió con todos los miembros del Salón de la Fama que lo precedieron.

Pero en el caso de Carter, las manos podrían ser la parte de su cuerpo más apropiada para exhibir.

A lo largo de más de 16 temporadas en la NFL, Carter ejemplificó precisamente la labor por la que le pagan a un wide receiver: atrapar el balón.

Tras superar algunos problemas muy publicitados en sus primeros años, Carter se convirtió en un jugador destacado en la década de 1990 con los Vikings de Minnesota. No era el más rápido, el más grande ni el más escurridizo del grupo, pero logró algunas de las atrapadas más improbables del juego y con frecuencia lo hizo en los momentos más oportunos.

Después de no pasar el corte para el Salón de la Fama en cinco ocasiones, Carter finalmente logró la votación necesaria y será investido el sábado con el grupo de este año, a unas tres horas y media en coche de donde se crió en Middletown, Ohio.

"Atrapo todo lo que la gente normal atrapa y algunas cosas que nadie captura. Eso es lo que me solía decía a mí mismo antes de cada partido", dijo Carter recientemente.

Cuatro de sus ex compañeros de equipo en los Vikings, Chris Doleman, John Randle, Randall McDaniel y Gary Zimmerman, precedieron a Carter con su ingreso en los últimos cinco años.

Carter se retiró después de la temporada de 2002 sólo por detrás de Jerry Rice en el escalafón de más recepciones y touchdowns de la historia. Está ahora en el cuarto lugar en esas categorías, superado por Tony González y Marvin Harrison en balones atrapados y por Randy Moss y Terrell Owens en anotaciones. Dondequiera que termine en esas listas, es producto de su firme determinación.

Criado en la pobreza en un apartamento de cuatro habitaciones con una madre soltera y cinco hermanos, Carter se podría haber desviado fácilmente de su camino al Salón de la Fama. No cumplía los requisitos para ingresar a la NFL durante su último año en la universidad del estado de Ohio debido a una investigación federal por crimen organizado, que reveló que firmó demasiado pronto con un agente. Forzó al entrenador de Filadelfia Buddy Ryan a despedirlo después de la temporada 1989. Después, abusó del alcohol y las drogas al punto de que estaba destruyendo su carrera, además de su vida.

Pero en la que posiblemente fue la mejor inversión en la historia de la franquicia, los Vikings pagaron la cuota de 100 dólares necesaria para hacerse con los servicios de Carter. Un decenio más tarde, había sido escogido para ocho Pro Bowls, alcanzó en ocho ocasiones la postemporada y, en la última parte de su carrera, ayudó a encabezar uno de los juegos de pases más poderosos de la liga. Los Vikings nunca alcanzaron el Super Bowl con él, pero fueron finalistas en dos ocasiones en la Conferencia Nacional.

AP

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