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Un día de furia

La sexta estrella llegó para la Fiera teniendo como testigos a su fiel porra, que lo acompañó hasta el Estadio Azteca.

México

 

Veinticuatro horas continuas pensando intensamente en verde. Desde la noche del sábado, hasta la noche del domingo. "Orita (sic) se nos va a descomponer como l'otra vez en Silao", ironiza un esmeralda respecto al transporte. Baltazar, líder de la porra ultraverde, apuntaba en su libreta tamaño profesional a los que ya saldaron sus $280. Hernández... Chava... Toñito... Yo ya te pagué Balta. Yo nomás te debo 50. Este es uno de los diez camiones que parten con destino a Coapa. Distintas porras, distintos líderes, mismo equipo. La cita fue a la medianoche, para salir a más tardar a las 3. Dos, cuatro, seis, siete...

Una última foto con la bandera frente al santuario de sus alegrías. Con puntualidad inglesa, a las 3:00 de la mañana se encendía el motor del Dina 92. Tras un amague por dejar el tour, Ivan es persuadido por sus camaradas de seguir con todo y su tambor en el viaje a la final. Pequeño desaguizado.

Casi todos compas, cómplices nadando en la carrilla sana, aunque algunos no la digieran del todo. Hay empleados, zapateros, guardias de seguridad, estudiantes y hasta "ninis". La mayoría hombres.

Bien aprendidos los cánticos. "Daleeee León, dale, dale, dale campeón".

El optimismo está en el aire y da para dormir a pierna suelta las seis horas hasta la Ciudad de la Esperanza. Ya cubiertos bajo el manto del smog, sobre la avenida Tequesquinahuac el despliegue de las banderas por las ventanas del autobus no fue indiferente. Dos mentadas y dos muestras de solidaridad en 45 segundos. "Ya llegó papá". Evidentemente no todos son americanistas en el DF. Y un botón de diversidad es una barda en Calzada Vallejo anunciado los respectivos conciertos de Panteón Rococó y Glen Miller.

Por las dudas, Balta pide prudencia. Banderas recogidas y ventanas cerradas. Hay ansiedad por llegar al Azteca antes de que abran las taquillas. Como quiera no alcanzarán. La reventa, que afloró desde 1 kilómetro a la redonda del Coloso de Santa Úrsula daba sus precios: un boleto de zona general de $350 se cotiza en mil 500 morlacos a las 11:00 de la mañana.

En el almuerzo idean la estrategia. 5 tacos de suadero y longaniza por treinta pesos. También hay buche y nenepil o tortas brasileñas con milanesa, salchicha y quesillo por veinticinco del águila. Acercándose la hora les venderán esos mismos boletos a mejor precio. El presupuesto de la mayoría es de 700 pesos en promedio. A cuentagotas se van consiguiendo las llaves para acceder a la final del clausura 2013.

Al filo de la 1:00 de la tarde el camión entra al estacionamiento custodiado por policías tras un amague por sacar "amablemente" de la zona a quien no porte su documento impreso por Ticketmaster. Faltan 300 minutos para que el juez pite el inicio.

Los revendedores trabajan con la connivencia de los polis, hay uno cada 5 metros. La policía agarra a algunos para que Mancera tenga cifras para dar en la rueda de prensa del lunes. Surgen los boletos falsos. Las diferencias son imperceptibles para quienes no pueden contrastarlos con los buenos.

Son las tres de la tarde, aún hay leoneses sin boletos apostando a la desesperación de los revendedores y a comprarlos casi al precio. Hay quienes lo logran y hay quienes, los menos, se resignan a escucharlo desde el estacionamiento.

En la explanada los stands de los patrocinadores se muestran orondos. Dinámicas, degustaciones, fotos con las edecanes de ropa ajustada y mínima. Se acerca el momento y hay nerviosismo. Dieciséis años para volver a una final y una docena desde la última vez que el León se metió al nido águila en postemporada. Choques verbales entre las porras con alusiones maternas.

Comienza el partido, se muerden las "garras". El primer gol cae y pone la etiqueta de virtuales campeones a los de la ciudad zapatera. A partir de ahí el Azteca enmudeció. El segundo, el tercer gol, la expulsión del Maza fueron las piezas que construyeron la sexta estrella.

Abrazos, gozo verdiblanco, lágrimas de alegría. Porras para Matosas, Britos, Loboa, Márquez y toda la nómina felina. Veintiún años pasaron y hoy lo único que importa es que León es campeón. Los camiones salen resguardados pero pocos americanistas buscan la revancha a golpes. La policía auxiliar lo resuelve. Cantos de victoria. En el regreso nadie duerme y en la ciudad, hoy nadie lo hará.

SERGIO CONTRERAS

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