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La ley los protege

Los aseadores perseveran a la espera de mejores tiempos. Saben que hay un decreto presidencial que los protege.

México

Monterrey ? En el comercio de la calle, si hay intocables: Aunque quisiera, el municipio no puede sacar a los boleros, los billeteros de lotería y los voceadores. Ellos tienen permiso de trabajar en la vía pública. Y la ley los protege.

A pesar de lo humilde de sus oficios, estos tres tipos de trabajadores están protegidos en su labor por un decreto presidencial, emitido por Manuel Ávila Camacho, que data desde principios de la década de los cuarentas.

"Se hizo un decreto presidencial que ampara no solo a los aseadores de calzado, sino a los voceadores que venden periódicos y a los billeteros de lotería, que prestan un servicio a la comunidad", explica Martín Zapata Reyna, quien es el líder de los cepilla botas adheridos a la CNOP.

En el caso de los boleros, no es una mercancía que venden, sino un servicio que prestan. Todos, en algún momento de sus vidas, pasan ante el cepillo y la grasa, para limpiar el polvo que se acumula por andar por los caminos citadinos.

"Ayer mismo, la gente que andaba con la alcaldesa Margarita Arellanes estuvieron haciendo fila para bolearse ahí en la plaza. Todos ocupan".

Zapata Reyna explica que es por eso que los aseadores de calzado pueden trabajar sin problemas en la vía pública.

De hecho, son los únicos ambulantes o semifijos que tienen pagadas sus cuotas municipales.

"Los recibos que como aseadores de calzado nos corresponde, los tenemos pagados, cuando por decreto presidencial ni siquiera deberíamos estar pagando un uso de suelo, pero no nos hacemos fuera de lo legal, si las administraciones no piden un permiso, nosotros estamos dispuestos a pagarlos, porque lo que queremos es trabajar".

El líder bolero tiene más de 30 años en el oficio, pues dice que comenzó a "dar bola" desde que era niño, y luego lo convirtió en su oficio.

Tienen altibajos, pues hubo épocas buenas, como cuando cierta institución bancaria tenía sus oficinas en el centro de la ciudad. Entonces, había mucho trabajo, pero se fueron, y se quedaron sin muchos clientes.

"Hay días, no le miento, que apenas boleó unos tres pares de zapatos en todo el día".

Los aseadores perseveran a la espera de mejores tiempos. Saben que hay un decreto presidencial que los protege.

Será por eso que estos días, mientras los comerciantes peleaban por que les dieran un lugar para vender su mercancía, los boleros seguían lustrando zapatos, los voceadores gritando las noticias de los periódicos, y los billeteros vendiendo ilusiones, sin que nadie los molestara.

FRANCISCO ZÚÑIGA

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