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Superman en la sotana; Coca-Cola al bendecir

Es un cura con atípicas estrategias; un mercadólogo en potencia...

México

SALTILLO.- Los tiempos y las formas cambian, eso bien lo sabe el padre Humberto Álvarez. Él ha innovado la manera en que durante siglos los sacerdotes imparten misas en México. Y es que salir "armado" con una pistola de juguete llena de agua bendita y en su casulla imágenes de súper héroes, no es nada cotidiano. La idea de hacer algo diferente surge en él para dar respuestas a una feligresía cansada y aburrida de solamente ir a la iglesia a escuchar sermones, era hora de tomar desafíos para involucrarlos en la vida cristiana. Hace unos días una de esas ideas dio la vuelta al mundo al promocionar botellas de agua bendita personalizadas con nombres de personas, una campaña similar a la de Coca-Cola, pero que tiene una buena razón de ser.

La historia del sacerdote originario de Saltillo y que ahora pregona la paz 'ametrallando' con agua bendita a los fieles, inicia cuando de pequeño pierde a su padre y su hermana en un accidente automovilístico; ahí le declaró la guerra a Dios. Humberto tenía 10 años cuando su vida dio un giro inesperado. Era 9 de octubre de 1982, sus padres, hermanos, primos y tíos habían tomado carretera con rumbo a Real de Catorce. Durante los primeros kilómetros la neblina estuvo presente, pero pasando Concha del Oro la lluvia se convirtió en el peor de los enemigos. Su padre, al volante, sacó la cabeza para preguntar si todo estaba bien, desde la caja de la camioneta en la que viajaban todos respondieron que sí, excepto Humberto que ya estaba empapado. -"Aguántese cabrón", gritó su padre desde adentro. Después vino un silencio sepulcral y enseguida una violenta colisión. Él corrió con suerte, pues el encontronazo con el tráiler lo proyectó a unas nopaleras que amortiguaron el golpe. A lo lejos, y aún en estado de shock, alcanzó a escuchar los sollozos de su hermana. Como pudo corrió hacia el tráiler y ahí la vio, con la cabeza atrapada entre las llantas del pesado camión, pidiendo auxilio."Me pidió que la ayudara, no pude hacer nada y en ese momento su mirada se convirtió en paz y me dijo 'aquí déjame, estoy bien', y murió". Volteó su mirada hacia la camioneta y llorando vio a su padre atrapado entre el motor y el volante.-"Aguántese cabrón", fueron las últimas palabras que escuchó de su padre antes de que muriera.Los años posteriores a la tragedia todo fue adversidad y guardó un resentimiento enorme hacia Dios. Creció como adolescente rebelde, su madre estaba sumergida en una terrible depresión y Humberto no podía soportarlo. Hizo de todo para devolverle la sonrisa, pero no lo logró.

Cansado de ver llorar a su mamá, recurrió a su abuelo para que le dijera cómo podía hacerla sonreír. "Me dijo que ella siempre había querido tener un seminarista", relata el sacerdote. Fue así que a los 12 años se inscribió en el Seminario para cursar la secundaria.Nunca tuvo la intención de ser sacerdote, ya dentro encontró su vocación, pues en la lectura encontró las respuestas que necesitaba para avanzar. "Inclusive a Dios hay cosas qué perdonarle (…...) tu vida es un viaje y es ahí donde me he anclado, y a pesar de todo la vida sigue en movimiento y hay que avanzar".

En 1999 después de concluir sus estudios universitarios en Guadalajara y en la Ciudad de México, se recibe como sacerdote en la Catedral de Saltillo. Llegó como seminarista y su única actividad era limpiar la casa parroquial. Varios años después empieza a tomar las riendas de los ejidos pertenecientes a la Diócesis de Saltillo, donde desempeñó labores de catequesis, formación de líderes y siempre ayudando a los ejidatarios con sus tareas diarias. "Me iba al campo a cuidar chivas y acompañarlos".

Al trabajar de cerca con los feligreses se dio cuenta de que los resultados se lograban más fácilmente cuando convocaba y no solamente tocaba la campana para que la gente se acercara.Trabajando en equipo involucró a más sacerdotes para llevar comida a los necesitados, construyó templos y apoyo los proyectos de los habitantes. Varios meses después llegó al municipio de San Buenaventura donde nuevamente se involucra con las necesidades de las personas. "Yo hasta cargaba costales de cemento y echaba vaciado para construir templos". Sus acciones sirvieron de ejemplo para que todos los habitantes se sumaran y lograr objetivos más pronto.

Aunque estaba satisfecho de haber involucrado a muchas personas en las actividades parroquiales, cada domingo los ausentes en las misas eran los niños. Volvió a su infancia y recordó que lo que más disfrutaba eran las noches de sábado acompañado de su padre, quien solía leerle los cómics de Superman, Batman y Spiderman. Ahí nació el símbolo que le valió el reconocimiento a nivel internacional, pues en su tarea por hacer más atractivas las misas para los menores, pidió a sus amigas de parroquia que cosieran en su túnica imágenes de los superhéroes y salió disfrazado a oficiar misa. "Les conté las historias, son cómics que tienen una gran filosofía, en el de Batman tiene todo un diálogo entre el bien y el mal; y con el de Superman les conté la historia de Cristopher Reeve, el protagonista, de todo lo que le pasó; y así empezamos".Humberto descubrió que arriesgarse para hacer las cosas diferentes, rendía frutos.

Recuerda que la primera ocasión que utilizó la túnica en Saltillo los niños se volteaban a ver asombrados, riéndose y curiosos. Aprovechó que algunos se acercaron al final de la misa para pedirles que se tomaran de las manos y pidieran por la recuperación de una pequeña enferma de cáncer que estaba junto a ellos y que meses más tarde quedó libre de peligro. "Me di cuenta que teníamos que marcar una pauta diferente, pero realmente mi fuerza no estaba en los símbolos sino en la palabra, mi fuerza estaba en la palabra, la gente me ha expresado que soy un buen orador porque tengo la capacidad de tocar fibras importantes como la vida lo ha hecho conmigo, sé dónde duele y cómo liberar las cosas", confiesa. En 2010 llegó como párroco titular a la Iglesia del Ojo de Agua, uno de los templos más antiguos de la ciudad, ubicada en el lugar donde hace más de 430 años llegó el portugués Alberto del Canto a fundar la Villa de Saltillo. Para acompañar su atuendo, antes de salir a oficiar misa, el sacerdote se 'armó' con una pistola de juguete que uno de los pequeños de la parroquia le había regalado días antes y con ella rocía de agua bendita a los presentes.Pero no todo el mundo recibió su atrevimiento con alegría, pues la crítica se convirtió desde entonces en una constante en la carrera sacerdotal de Humberto, pero no ha sido suficiente para debilitar sus ganas. "Entré en un torbellino de estar en la punta de la crítica en muchos aspectos, pero me mantuve firme porque a quienes veía disfrutar todo eso que yo hacía eran los niños y nunca abandoné ni traicioné la sonrisa de ellos, tenía muchas razones para no ponérmela, pero no lo hice, porque los niños me gritaban si no la llevaba puesta o no los rociaba con la pistola de agua bendita".

Durante sus primeros años en el Ojo de agua, el padre Humberto vivió de cerca la ola de violencia que azotó al noreste de México. Recuerda despertar y leer las noticias donde lo único de lo que se hablaba era de muerte y sangre. Sabía que todo esto era el reflejo de una sociedad que guardaba mucho rencor, por lo que el perdón se convirtió en el mayor de sus objetivos. Nuevamente la imaginación vino a su mente e ideó otra de sus grandes creaciones: la 'Per-dona', una rosquilla envuelta en una caja impresa con mensajes de reconciliación y la imagen del Cristo del Ojo de Agua. Las cuatro caras de la envoltura llevan a la reflexión. Al frente se lee: "Si te quieres vengar empieza a cavar dos tumbas, una para tu enemigo y la otra para ti". A lo lados: "Si quieres ser feliz un momento, véngate; si quieres ser feliz toda la vida, perdona" y "El perdón garantiza el futuro". Y en la parte trasera: "Perdona nuestras ofensas".El producto llamó tanto la atención que se vendió no solamente en las iglesias de Saltillo, sino en todo México, Canadá, Asia y Europa. "Fue algo que nunca medimos, algo aparentemente sencillo y sin embargo creó todo un circuito [...] fue impresionante la forma en que tocó este renglón del perdón, era el hambre de la gente de liberar malas emociones". Con la ayuda de su familia y los feligreses, a dos años y medios de lanzar la 'Per-dona', se han logrado vender más de 115 unidades.

Ahora los feligreses podrán presumir no solamente de tener una botella de refresco con su nombre, sino también una de agua bendita; otra de las ideas del Padre Humberto. El furor que la campaña de Coca-Cola causó en los consumidores sirvió de referencia para que el sacerdote emprendiera la propia con el objetivo de recaudar lo necesario para la construcción de la Capilla de San Juan Diego en Saltillo. La mayoría de las personas que acuden a la iglesia llegan al ojito de agua que se encuentra al pie del templo, para llevarse un poco del líquido en botellas. El párroco se dio cuenta de que había oportunidad de mezclar la tradición con la campaña de Coca-Cola, y junto con la gente del barrio comenzó a recolectar botellas de plástico y mandó imprimir etiquetas con nombres comunes y otros no tanto.

Las botellas se llenaron con agua bendita del ojito y fueron decoradas con las etiquetas que rezan 'Hago una oración por' acompañado del nombre de la persona. "No es una campaña de venta, es una campaña de oración, es una campaña para pedir unos por otros y obviamente la respuesta natural de la gente es dar una ofrenda, y es lo que estamos haciendo para la capilla de San Juan Diego y para que la gente tenga una intención". Hasta ahora el Padre Humberto ha logrado vender unas mil 500 de las cinco mil botellas personalizadas incluso con apodos. "Tienen nombres que en la Coca-Cola no salen por ejemplo hay gente que dice ‘a mí toda la vida me han dicho Chema, póngamele así’ y lo hacemos (...) también Huitzilopochtli, Xóchitl, Cuitlahuac y nosotros los mandamos a imprimir". Además las familias interesadas en tener el producto pueden dejar una lista de nombres y se mandan imprimir para que días después recojan las botellas.

El padre asegura que nunca ha tomado clases de mercadotecnia, pero no le han hecho falta para saber llegar a las personas. Atreverse siempre va a ser una opción para resolver los problemas que se le presenten a él y a la comunidad. "Son chispazos que me vienen, que donde estoy en una bronca, me sacó del problema. Digo 'a ver tengo un problema, qué más puedo hacer', me pregunto qué hambre trae la gente (...) trato de enfocarme en algo diferente y me lanzo a hacerla, no digo 'ah qué idea tan descabellada, ah no, eso no funcionaría".Tampoco es raro verlo echando mezcla, o haciéndola de carpintero o electricista, el padre Humberto así creció, entre trabajo y esfuerzos, y es algo que nunca va a dejar a un lado.La gente lo conoce también porque ofrece oraciones y misas para sectores que parecen no siempre estar presentes en la actividad católica: las embarazadas, los taxistas, las mascotas e incluso ha realizado bendición de juguetes."No soy una persona que sabe quedarse quieta, soy una persona en constante movimiento, a donde llego me involucro con lo que hace la gente. En la vida no hay un GPS nadie te va a guiar ni a decir por dónde ir,eres tú el que tiene que arriesgar y de eso se trata”".

Santo de su devoción: MaríaGénero musical: PopArtistas: Alejandro Fernández, Shakira, Michael Jackson y ChayanneDeporte: Ciclismo de ruta y futbolEquipo: Pumas.Pasatiempo: Ir a la montaña e interiorizarEscritor: Castillo, teólogo españolLibro: El JudaísmoAmuleto: Un crucifijo de aceroPersonaje: SpidermanApodo: “Perro” y “Chaparro”Lugar favorito: PoloniaSu mayor ejemplo: Juan Pablo IISu miedo: Pasar por la vida y sentir que me volví funcional, pero no amé.Cita bíblica: Mateo 19,27-29

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