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La epidemia de la heroína en Afganistán

Según el Departamento de Narcóticos del Ministerio de Salud Pública afgano, unos 1.000 drogadictos viven en las calles de la capital.

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Kabul ? El joven Raz Mohamed estuvo enrolado en el Ejército afgano y se prometió con una chica, pero ahora recolecta latas vacías para pagarse la dosis diaria de heroína, una droga que está haciendo estragos en el país, con más de un millón de adictos.

Considerado el mayor productor mundial de opio -las ventas equivalen al 15 % de su PIB-, Afganistán fue origen en 2012 de tres cuartas partes de la heroína traficada en el planeta y una parte se quedó en el territorio para satisfacer un pujante consumo interno.

"Era feliz, me enrolé en el Ejército afgano en la provincia de Badakhshán (noreste) cuando tenía 18 años", explica a Efe Mohamed, sentado junto a un contenedor de basura en el barrio de Shar-e-Naw, en el centro de Kabul.

Enganchado desde hace una década y con las aspiraciones truncadas, el joven lucha ahora cada día por poder comprarse la dosis que calme su adicción.

"Además de recoger latas vacías, me esfuerzo en hacer otros tipos de trabajo. Incluso mendigo en las calles desde primera hora de la mañana hasta la noche para conseguir algo de dinero y así satisfacer mi necesidad", asegura.

La primera vez que probó la heroína fue con un grupo de amigos en un puesto de control a los pocos meses de alistarse en las Fuerzas Armadas, pero no sabía que esa "calamidad" le acompañaría "hasta la muerte".

"Me enganché a este veneno mortal porque muchos de mis compañeros lo consumían, esa fue la única razón por la que empecé a consumir esta horrible planta", relata Mohamed.

Al principio, su familia no se percató de que consumía heroína, sobre todo debido a que pasaba la mayor parte del tiempo en el cuartel, pero con el tiempo comenzaron a sospechar y a tratarlo de una manera diferente, por lo que decidió escaparse a Kabul.

"Mi padre murió durante la guerra civil (en la década de los noventa) y yo vivía con mi madre y mi hermano en Badakhashán, pero hace diez años que no los veo. Sólo sé que mi madre está viva", dice.

"La adicción es el peor hábito que hay, es una trampa, y no hay modo de salir. Me habían prometido con una de mis primas, pero su familia rompió el compromiso cuando descubrió mi adicción", afirma.

Según un reciente informe de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito, el cultivo de opio continúa creciendo por tercer año consecutivo en Afganistán, tras un periodo de disminución de la superficie cultivada dedicada a la adormidera.

El opio afgano ha estado tradicionalmente destinado a la exportación, pero parte de la producción queda también en sus calles.

Los drogadictos están presentes en todo Afganistán, sobre todo en Kabul, donde debido a las pocas oportunidades de empleo y a la escasez de centros de tratamiento contra la drogadicción es fácil ver a jóvenes heroinómanos en las calles y parques de la ciudad.

Según el Departamento de Narcóticos del Ministerio de Salud Pública afgano, unos 1.000 drogadictos viven en las calles de la capital.

Alrededor de 1,3 millones de los 35 millones de habitantes de Afganistán son heroinómanos, según la misma fuente.

"El número de personas adictas a las drogas se incrementa cada día", admite a Efe el director del Departamento de Narcóticos, Fawad Usmani.

Según un comerciante de Shar-e-Naw, que pidió mantener el anonimato, los traficantes distribuyen su mercancía abiertamente y sin miedo en las calles de Kabul porque están compinchados con la Policía.

Además, muchos afganos que huyeron del país durante las más de tres décadas de guerra y se refugiaron en los vecinos Pakistán e Irán regresaron con problemas de adicción a las drogas.

Es el caso de Kamal Omid, de 36 años, que volvió a Afganistán tras diez años viviendo en Irán.

"No sabía que este polvo blanco me hundiría y abriría infortunados caminos en mi vida", explica Omid, quien perdió a su padre y su madre durante la guerra civil.

"Cuando regresé a Afganistán pensé que sería difícil encontrar heroína y podría dejarlo, pero desafortunadamente se encuentra en todas partes en Kabul. Es tan fácil como comprar un chicle", subraya.

Un hermano mayor de Omid también es adicto a la heroína, pero sigue un programa de desintoxicación en un hospital de Kabul.

"Mi hermana se casó, así que yo estoy solo, pasando los días en las calles mendigando", lamenta.

EFE

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