Cuando se tiene hambre por vivir se hace cualquier esfuerzo, sacrificio. Es un instinto de conservación y ese lo tienen Morelia, Jaguares y Puebla, llamados equipos chicos que están jugando como grandes para permanecer en la Primera División.Los tres, condenados al descenso, luchan jornada a jornada con uñas y dientes por defender la categoría, sin los recursos económicos que le sobran a los gigantes, con planteles limitados, con adeudos de salario, con futbolistas desdeñados por otros clubes y que se mueren semana tras semana con dignidad y orgullo.Monarcas depositó su confianza en Roberto Hernández Ayala, y no por ser su primera opción, sino porque otros técnicos no quisieron ensuciar su imagen con un equipo con olor a descenso.Así, sin otra carta en la mesa, Álvaro Dávila le entregó el equipo a Roberto, ávido de trascender como incipiente estratega y en su presentación doblegó en Chiapas a Juagares y después cayó en casa contra Toluca.Apenas el sábado pasado, frente a los Galácticos (Tigres tiene el ataque más poderoso del Continente), Morelia jugó con inteligencia e intensidad, y rescató un empate con sabor a triunfo frente al cuadro de Ricardo Ferretti y el entrenador purépecha puede jactarse que fue mejor en lo táctico que el experimentado Tuca.Jaguares, con serios problemas económicos y con la duda de seguir o no en la plaza chiapaneca, rompió todos los pronósticos y terminó venciendo al Guadalajara, luego de sobreponerse a un adverso 2-0.¿Y Puebla? Desde que lo tomó José Saturnino Cardozo no ha perdido en las últimas cuatro jornadas: 1-1 contra Atlas, 0-0 ante América en el Azteca, le pegó 3-0 a Chiapas y apenas el domingo anterior le ganó por 3-1 al Toluca en el infierno, donde Pepe fue su máximo ídolo como jugador escarlata.Los tres son ejemplo de hambre, de orgullo, de dignidad. Eso no lo compra todo el dinero del mundo. Ojalá que equipos grandes como Cruz Azul tomaran el coraje de estos pequeños gigantes? guillermo.gonzalez@milenio.com