Monterrey.- Sofía tiene once años y en su carita generalmente está dibujada ésta sonrisa, que también puede borrarse en cuestión de segundos. Sus 98 centímetros de altura son suficientes para enfrentar un mundo de gigantes, acostumbrado a discriminar a aquellas personas con acondroplasia, enfermedad conocida como enanismo. Sofía aprendió a valerse por si sola en casa pero afuera, el mundo es diferente.La acondroplasia es una enfermedad genetica que está dentro de las displasias oseas, aunque existen más de 400 tipos la más común es la que se ve en aquellas personas de talla baja, que miden menos de un metro, tienen rodillas arqueadas y brazos pequeños.Organizaciones como la ONU y la UNICEF estiman que uno entre cada 40 mil niños nacen con acondroplasia. El 80 por ciento de los casos se da por decisión de la naturaleza y el resto por genética.Sin embargo, Sofía también forma parte de una estadística negra en el Estado, pues hasta el momento, ni el Gobierno, ni el Instituto Nacional de Estadistica y Geografía cuentan con una cifra oficial de casos de acondroplasia en México y en Nuevo León.Es así como las personas pequeñas, como ellos se nombran, son invisibles para las autoridades y discriminados por el resto, sobre todo en materia de empleo, pues sólo son útiles si entretienen al público.?Ni siquiera su sexualidad pueden ejercer sin ser utilizados.Rosy Ayala ha hecho el trabajo de las autoridades al fundar la Asociación de Gente Pequeña de Nuevo León que atiende a decenas de personas de talla baja, que además de la discriminación enfrentan un problema de infraestructura, del cual le hablaremos mañana