MONTERREY.- Las mariposas amarillas que vuelan libres parecen resucitar a la inmortal Macondo de Gabriel García Márquez, escenario de Cien Años de Soledad, la novela convertida en canción por Oscar Chávez, el caifán convertido en cantante.Y una invasión aérea iluminó de amarillo los bosques, las calles, las máquinas. La naturaleza se encrespó con un cóctel de calor y humedad y las mariposas despertaron de su sueño que iniciaron en primavera. Y se lanzaron al aire, repartiendo vida de flor en flor, libando de ellas el néctar de la vida para intercambiarla por el callado trabajo de polinizar los campos.Las diminutas viajeras no avanzarán mucho en su también diminuta vida? apenas unos cuantos kilómetros, apenas unos cuantos días? No son heroicas, como sus primas las monarcas, capaces de vivir año y medio y de cruzar tres países en ida y vuelta en un recorrido que va más allá del realismo mágico de García Márquez?Pero los relámpagos amarillos desoyen anuncios que prohíben el paso y se escurren desafiando cables, compiten con el color de máquinas de tonos chillantes, de largos brazos y enorme peso, pero incapaces de volar.Y así seguirán, hasta agotar su efímero paso por la tierra, convirtiéndose en luchadoras en cada segundo de su compacto ciclo de la vida, o terminando, humilladas, sobre un parabrisas?